Palestra Insular. Por: Manuel Avila. Prieto Figueroa, Cronista

        

 Los lectores del escritor Luis Beltrán Prieto Figueroa en su prestigiosa columna en el Nacional  “Pido la palabra” sabían que estaban leyendo a un hombre enciclopédico con una gran formación profesional y con muchas huellas de vida por contar porque el manejo de sus experiencias le permitían relatar con solvencia sus experiencias de vida. Esa magia del escritor para abordar temas de la cotidianidad o del enciclopedismo o del academicismo no es muy normal entre los escritores porque muchos de los que teclean las computadoras o en ese caso las máquinas de escribir, no podían tejer ese hilo mágico que necesita el lector para conectarse de manera especial con el lector.

En eso era un maestro de alta factura el hijo de Loreto Prieto Higuerey que con la pluma en la mano podía contar las experiencias vividas en su infancia como si hubiese congelado el tiempo para llevarlo como una innovación a sus lectores. Para mantener agarrados a sus narrativas a los lectores de su tiempo Prieto ha debido tener una buena sazón en sus palabras y por eso usó un elemento de su terminología política para colocar un nombre atractivo a su columna periodística semanal al llamarla “Pido la palabra” que desde 1969 hasta 1990 le marcó el rumbo a muchos lectores invisibles que tomaron esa cátedra del conocimiento como una fórmula para su formación como autodidactas. Sin dudas que ese feeling ocurrió entre escritor cronista y sus seguidores a través de “Pido la palabra” que fue un espacio que contribuyó de manera pedagógica a trazar el rumbo de parte de una generación de venezolanos.

De esa forma el Prieto Cronista tomó el control de esa página editorial del Nacional porque la gente compraba el periódico para sumergirse en el anecdotario de un político venezolano que había estado en el exilio por mandato de la dictadura y que regresó a la tierra a contar con detalles sus experiencias de mundo y a usar la crítica lacerante como instrumento para dirigirse a su pueblo. En ese espacio consiguió Prieto Figueroa la fórmula mágica para encontrase con los lectores de una nación con tantas frustraciones y que andaba en la búsqueda de un mecanismo para seguir contándole al país sus pasos por el mundo.

Se pegó a la crónica el Maestro Prieto para conseguir esa simbiosis con su pueblo y la libertad de expresión de la ´época le permitía utilizar su lenguaje para gritar sus inconformidades con los gobiernos que conducían los destinos del país. Esas crónicas le apasionaban a la gente que disfrutaban esa manera amena y simple de Luis Beltrán Prieto al realizar escritos simples y bien trazados que le devolvían a la gente su sentido de pertenencia y su amor por la patria.

El Prieto Cronista fue resaltado en el prólogo del libro “Mi hermana María Secundina y otros escritos”, que realizó el poeta Héctor Mujica cuando lo califica de cronista al señalar “Si, éste es el cronista a quien El Nacional acaba de discernir, en su cuadragésimo primer año de existencia, el premio al mejor artículo del año”. Y lo ratifica cuando escribe “Prieto es un hombre arraigado a la tierra donde dejó el ombligo, a la que ha cantado en uno de sus más hermosos libros, porque sigue siendo el mismo niño margariteño que ahora cuenta en sus crónicas semanales de la página editorial del diario El Nacional los vagos recuerdos de la infancia, que en él son sólidos recuerdos de toda una vida apegada al terrón insular”.

Tres crónicas del Maestro Prieto que fueron celebradas por el pueblo venezolano por años y que aún sigue vigentes fueron “Mi hermana María Secundina” que ganó el premio del Nacional a la mejor crónica del año en su cuadragésimo aniversario y donde la simpleza, la crónica perfecta y el estilo de usar el lenguaje para narrar los acontecimientos le hicieron ganarse el veredicto de un equipo editorial de alta factura. Ese premio hizo motivar a la gente de la Fundación Conferry de Rafael Tovar y por supuesto con la mano amiga de Leopoldo Espinoza Prieto para editar el libro “Mi hermana María Secundina y otras escrituras” en honor al mejor artículo del diario El Nacional en 1984. En ese relato el Cronista Prieto Figueroa destaca la bondad de su hermana María Secundina que siguió las lecciones de su madre Josefa Figueroa que le dijo en una oportunidad: “Si tienes que dar/tiende la mano/ la dádiva se va/ más tornará mañana”.   Con ese modelo de la caridad humana trazó Prieto en su crónica un dibujo magistral de su hermana María Secundina que le movió las fibras al país por su desprendimiento para ayudar a los más necesitados “La bondad era su pasión predominante. Cuándo recibía dinero de sus hijos y hermanos, del trabajo de su marido, hacía paqueticos con nombres o compraba vestidos, zapatos u otras cosas que alguien necesitaba con urgencia. De su casa nadie salía con las manos vacías, vieja costumbre campesina que se ha ido perdiendo con el agobio de fórmulas trasplantadas que van tornando a la gente menos generosa”.

En esa crónica el escritor Prieto Figueroa describe la muerte de su hermana María Secundina de una manera literaria mágica para elevar su trascendencia humana por encima de los límites de lo para normal cuando dice “Tu muerte fue de pronto. El corazón que tanto amó y sufrió tanto se rompió sin un grito: Te rodeamos de llanto para hacerte senda fresca en tu partida sin regreso. La orfandad que dejas no es sólo de tus hijos, sino del pueblo desvalido. Le hará falta la largueza de tus manos”.

Y cierra la bella crónica con este pensamiento “Quedó sin terminar tu último tejido para el nieto esperado. La mano tejedora tronchó el hilo sobre las dos agujas puestas en cruz encima de tu costurero. Tu labor jardinera de rosas y astromelias, de los materos colgantes terminó para siempre, pero sobre tu tumba nunca faltarán flores de tu sombra de olores en el patio, que con luz de luceros pondrá fulgores en tu noche tenebrosa”. Ese estilo narrativo de usar la prosa literaria para adornar la muerte de un ser amado eleva la calidad del cronista hasta convertirlo en un ser mágico con pluma metaforizante que lo ubica en los linderos más altos de la belleza literaria. Y para cerrar la crónica ganadora del premio El Nacional de 1984 “Entrañable hermana. Hasta el rincón oscuro de tu sepulcro vuela como mariposa mi recuerdo inacabable y vivo”.

Así se le rindió culto a la hermana dadivosa, a la madre maestra de buenas obras y a la mujer que hacía paqueticos con los nombres de los desvalidos para socorrerlos en sus momentos de apremio económico con dos frases resaltantes “De su casa nadie salía con las manos vacías. Llevaba el mismo nombre de la abuela paterna. Era el retrato moral de nuestra madre, corazón abierto para atender a todo requerimiento de los necesitados, por eso alrededor de su urna se agolpaba con lágrimas la gente pobre de los barrios de La Asunción”.

                 

Un comentario sobre «Palestra Insular. Por: Manuel Avila. Prieto Figueroa, Cronista»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *